viernes, 30 de diciembre de 2011

Me registro los bolsillos desiertos...

1 mes. 30 días. Pero me han parecido 256325874536522365852265523365552.

Ha sido un mes muy largo, lleno de exámenes y prisas, así que no he podido escribir mucho. Ya sé que es una excusa muy mala pero... os vais a tener que conformar con eso.

Estamos, si no me fallan las cuentas (esto de estar de vacaciones me descoloca un poco el calendario), a 30 de Diciembre, apenas nos queda un día del 2011. ¿Tristes?
He de confesar que a mí esto de cambiar de año siempre me pone un poco melancólica, ¡es un año entero!

Aunque bueno, para melancólica esta preciosa, que digo, preciosísima poesía de Miguel Labordeta.

Creo que es una poesía que da qué pensar: en todos esos propósitos para el 2011 que hemos dejado por el camino y que queremos recuperar para el 2012, o aquellos planes olvidados de hace un par de años, que nos vienen a la cabeza cuando vemos alguna foto vieja perdida entre libros, o aquello que quisimos hacer y nunca nos hemos atrevido...

El 2012 es nuestro año, carpe diem!

Pero, antes de correr a por una libreta donde escribir los propósitos para el 2012, leed esta obra maestra:

Retrospectivo existente

Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.

Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie,
nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.

¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la Vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo. 

Miguel Labordeta

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